martes, 13 de junio de 2017

SOBRE LA ÉTICA NARCISISTA: ¿DEBEMOS CONSUMIR ANIMALES?




Beeeeee!” – suplicaba Blanquita. Gritos de dolor me estremecían, me resultaban familiares, comprendía su lengua.  – Ella parecía estar más a gusto cuando era reducida a objeto de consumo; una prenda, una vianda, si eso le otorgaba la vida, como regalo. Ingenua, no comprendía que esa vida no merecía ser vivida, tenía derecho a ser libre. Sobre la dignidad de la persona hablaban los narcisistas antropocentristas, hipocresía y desconocimiento a la vez entraban en los oídos de Blanquita. Los valores del beneficio propio, el mal menor, y el falso sentimiento de supervivencia y de libertad afloraban en los corazones de aquellos que dejaron morir a una indefensa cordera, como cómplices de su asesinato, y con la mentira entre los dientes, donde debía existir remordimiento.

Quiero avivar la llama de una lucha que parece perdida a día de hoy (considerando que la cultura occidental se basa en los productos de origen animal), con el fin de conmover y de cambiar, porque "la rebelión es una de las pocas posiciones filosóficas coherentes; le da valor a la vida", como afirmaba Albert Camus en El Mito De Sísifo. 

El código ético que el hombre occidentalizado abraza en el siglo XXI, esconde tras una cortina de caridad y de justicia, la verdad de la malevolencia injusta, clasificando como un “bien” al animal capaz de sentir y desarrollar una personalidad sin la opresión del más fuerte. Hemos dejado atrás el racismo para acabar hundidos en un terrible especismo, y es la falta de empatía ante la evidente verdad la que extingue esa llama.

Por eso, no debemos consumir producto animal porque:

1.      Debido a nuestra superioridad en el ámbito intelectual, respetarlos, y velar porque sean respetados es nuestra responsabilidad.
2.      Ser solidarios con aquellos que presentan un parentesco filogenético con nosotros es nuestro deber.

A lo largo de la historia, el hombre ha usado como pretexto el racismo o el sexismo para discriminar a quien consideraba diferente. A día de hoy, seguimos sobrecogidos por esa misma heteronomía, oculta, aunque algunos de los que comprenden la inmoralidad de sus actos, los han cesado. Tanto la experiencia del ser humano en este mundo como su desarrollo intelectual favorecen un posible futuro de tolerancia y de respeto a los otros.  Tenemos un cargo de índole igualitaria, para compensar todo el daño y sufrimiento que hemos causado, de la misma manera que lo tiene el hombre sobre la mujer por siglos de opresión. El veganismo es la respuesta correcta a esta cuestión, porque acredita la responsabilidad del hombre sobre el medio, y recuerda cómo a lo largo de historia, este ha estado evadiéndola fundamentándose en la ética de la virtud natural y del bien humano.

 Todos los animales de hoy, han crecido bajo la tutela de un ser que declara tener el derecho a explotarlas por y para su consumo, decidiendo sobre su vida. Sería adecuado brindarles la posibilidad de desarrollarse libremente en la medida de lo posible para que estos no queden atrapados bajo el conocido “síndrome de la domesticación”, que les genera de forma innata la dócil obediencia al maestro. Debemos considerar entonces que nuestra capacidad intelectual debe ir ligada a nuestra capacidad de compartir, pues eludir la responsabilidad más tiempo supone egoísmo, valor que aquellos narcisistas tachan de “negativo”.

"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad." – Franklin D. Roosevelt & Tío Ben (Spiderman)

Fue Immanuel Kant, uno de los seguidores de este narcisismo filosófico, el que expandió por primera vez el concepto de dignidad, indicando que es una cualidad exclusivamente humana, y no de cualquier otro animal. Siendo Kant un racionalista, parte de la base de que nuestra razón nos ha habilitado nuestra dignidad, pero, cuándo la adquirimos? Fue cuando el hombre miró por primera vez las estrellas? Fue cuando nació este señor? En qué momento se manifestó esta nuestra dignidad? Es difícil determinar el instante en el que el hombre “ya no fue animal”. Por eso, cabe la posibilidad de que el resto esté enfrentándose a este paulatino avance y, por tanto, deberíamos concederles el don de la dignidad a ellos también. Peter Singer, filósofo animalista argumenta que a pesar de que los animales dan muestra de menor inteligencia que el ser humano medio, muchos seres humanos con retraso mental grave muestran una inteligencia comparable a la animal, y eso no justifica que se otorgue menor consideración a los humanos con retraso mental.

 La herramienta que utiliza el ser humano para desarrollar valores universales de igualdad, como la dignidad, es la empatía. La empatía nunca antes se había aplicado a seres no humanos, mas su introducción correcta en la misma ley formulada en el imperativo categórico de Kant: «Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio» (Fundamentación de la metafísica de las Costumbres), sustituyendo lo humano por lo sensible*, nos hace darnos cuenta de que es perfectamente válida para el resto de animales. No matamos porque no nos gustaría que nos matasen, seamos humanos, seamos vacas, no debemos usar tampoco a aquella oveja como medio para tejer un abrigo de lana. Es una obligación moral (fin en sí mismo), por tanto, servirse de la empatía, y, por ende, de la consiguiente moral universal con todo ser sensible; siente dolor si es apuñalado, siente placer si es liberado.

* (Me atribuyo ahora el derecho a catalogar como seres sensibles  a todos aquellos que cuenten con un sistema nervioso, descartando a seres vasculares como las plantas, porque no pueden sentir: "la pregunta no es, ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar?, sino ¿pueden sufrir? como afirmó Jeremy Bentham en su Introducción a los principios de moral y legislación. De esta manera, la minimización del sufrimiento, clave en el pensamiento del pensador utilitarista inglés, Singer intenta solucionarla con una filosofía vegana).

Sin embargo, a veces ocurre que los filósofos narcisistas se transforman en biólogos naturalistas, y resumen la más evidente refutación en torno a la alimentación humana: “somos omnívoros”, y, por tanto, “podemos comer animales”.

El mismo positivismo de Comte, que se aplica a la ciencia y la religión, es una válida respuesta a esta pregunta porque el sacrificio del pasado no justifica la inmoralidad del presente. Es cierto que hemos necesitado una alimentación omnívora para llegar a nuestro estadio actual, por una razón cuya lógica es aplastante: cuantas más cosas podamos comer, más fácil es sobrevivir, perpetuar la especie, y evolucionar. No obstante, habiendo servido ya en el pasado, hoy podemos desechar la parte carnívora porque no nos es necesaria para sobrevivir. Como ejemplo sencillo, en relación al consumo animal directo: antes de la invención del fuego, el ser humano era capaz de tolerar la carne cruda cazada en el acto (incluso carroña), y estaba dotado de una dentadura y una mandíbula idónea para ello. Hoy los caninos han quedado obsoletos gracias al uso de los cubiertos, y, por regla general, no es sano para el cuerpo humano consumir carne cruda, por eso la cocinamos. Estos hechos son los primeros indicios de que debemos ir desechando la carne hasta acabar etiquetándonos de herbívoros. Por otro lado, el resto de animales que comen otros animales no son capaces de plantearse esta cuestión si quiera, ya que no han llegado a desarrollar principios morales universales, por ello, su asesinato está justificado. Les es necesario para prosperar.

Por supuesto, cada ser humano es libre en su totalidad, y si eso le implica utilizar animales como medio para su bien, está en su derecho (moral y legal), debe poder hacerlo. Aun con todo, es mi deber promulgar la ética emotivista del bien, que conocemos ignorar, de la que ha huido la inmensa mayoría de occidente, (evadiendo la importancia del concepto de “matadero”, por ejemplo) para que aquellos que obren el mal sean conscientes de que lo están haciendo. Y así sea, que esta ética axiológica que abrazo posibilite un futuro para aquellos seres que merecen nuestro respeto ahí donde apreciamos nuestras raíces, dado por aquellos que, a priori y con la desidia de las consecuencias, decidimos obrar el bien.

“Obra sólo según aquella máxima por la cual puedas querer que al mismo tiempo se convierta en ley universal. Obra como si la máxima de tu acción pudiera convertirse por tu voluntad en una ley universal de la naturaleza”– Kant-



Disertación realizada por un alumno de Bachillerato
Imagen: "Viñeta", El Roto

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